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Un museo imposible



Concebido como “la carta de presentación del sector energético de México”, el Museo Nacional de Energía y Tecnología cumplió una década en obra. Iniciado cuando Enrique Ochoa Reza estaba al frente de la Comisión Federal de Electricidad, el nuevo edificio para albergar el archivo de la empresa paraestatal y mostrar a los visitantes el Tren Olivo, ha visto cuatro titulares que no han podido concluir con los trabajos... por las restricciones presupuestales. 


Ubicado en la segunda sección del Bosque de Chapultepec, el inmueble tuvo un espacio de oficinas para el despacho del secretario de Energía, cabeza del sector al que está adscrito la CFE. En la época que Alfredo Elías Ayub dirigió la empresa también era un visitante asiduo. El último secretario en usar ese espacio con frecuencia fue Pedro Joaquín Codwell hasta mediados del sexenio peñista, cuando comenzaron los trabajos que prosiguen, una década después.


Iba a ser el museo de la reforma energética de la última administración priista. El gobierno federal y el empresariado aportaron recursos para la faraónica obra, que fueron concentrados en un fideicomiso que se extinguiría hace tres años, por la austeridad republicana.


Una docena de los estudios de arquitectura más reconocidos en México presentó propuestas. Entre ellos, los de Tatiana Bilbao Spamer, Lubby Springall, Enrique Duarte Aznar, Bernardo Gómez Pimienta, Francisco López Guerra Aldama, Enrique Norten, Mauricio Rocha Iturbide, Fernando Romero Havaux, Javier Sánchez Corral, Juan Pablo Serrano Orozco y Eduardo Terrazas.


La demolición del vetusto museo de la CFE sería el primer paso. Para proponer proyectos fueron invitados profesionales “de renombre e intachable conducta a lo largo de sus carreras”, destacó el entonces presidente del fideicomiso del MUTEL, Carlos Ruiz Sacristán. La decisión final quedó a cargo de un “jurado colegiado experto”, que sin apelaciones asignó el proyecto TEN Arquitectos, de Norten. El despacho global de ingeniería y construcción CHM2 quedó a cargo de la gerencia.


Justo hace nueve años, Peña Nieto anunció el inicio de los trabajos. que requerirían de 270 millones de dólares. Es emprendimiento chocó con el cambio de administración, la austeridad republicana, la contrarreforma constitucional que devolvió la soberanía energética, pero sobre todo con el proyecto para rehabilitar el Bosque de Chapultepec, que la Cuarta Transformación encargó a Gabriel Orozco.


Enclavado entre el Papalote y el parque Aztlán, justo enfrente de Los Pinos, el nuevo edificio requirió remover flora y fauna silvestre nativa, pero privilegió “el uso de ambientes envolventes, multimedia interactiva y realidad aumentada”, de acuerdo a la información consignada en el sitio web de la empresa encargada de construir el cuerpo principal del nuevo edificio central, en el que utilizó un sistema autosoportado con insertos metálicos. A petición expresa —generar ahorros de materiales y mano de obra— tuvo que cubrir una superficie de 2,400 metros cuadrados en 15 días.


En el techo de la nave adyacente, que conduce al edificio central, un tragaluz de doble curvatura compuesto por dos volúmenes poliédricos acristalados encargados a la filial mexicana de la firma Onddi, originaria de San Sebastián, en el País Vasco.

La reapertura de este nuevo centro de difusión científica, tecnológica y cultural está programada para el primer semestre del 2025. Hace un mes, la titular de la Comisión Federal de Electricidad, Emilia Calleja Alor, realizó una visita guiada y recibió información sobre los avances: 97% en la obra civil y 99% en la instalación de museografía, que incluye la preservación del archivo histórico “Adolfo López Mateos”.


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