Aunque no se especifica que sea por la violencia que sufre el estado la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús ha anunciado que se retira de la ciudad de Oaxaca. Frente al aumento deliberado de violencia que sacude a México, la Iglesia católica ha levantado la voz y se ha convertido en una de las críticas más fuertes.
Ha pasado un mes desde que Claudia Sheinbaum asumió el cargo y la inseguridad no le ha dado tregua. El 20 de octubre, el asesinato del sacerdote Marcelo Pérez en Chiapas fue solo el comienzo: después vinieron 30 muertos en varios ataques en Técpan de Galeana, dos coches bomba en Guanajuato, y 25 homicidios en solo 48 horas en Sinaloa. Además, en cuestión de tres días, mataron a dos presidentes municipales. Esta situación tan alarmante ha llevado a la Iglesia a presionar al Gobierno para que tome cartas en el asunto y garantice la seguridad de todos.
La Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús ha anunciado que se retira de la ciudad de Oaxaca, y esto se debe a que cada vez son menos jesuitas disponibles para atender las obras que queremos llevar a cabo y así servir mejor a la Iglesia en México, sobre todo ante los nuevos retos que enfrenta el país.
En una carta dirigida al arzobispo Pedro Vázquez Villalobos, a sacerdotes de la Arquidiócesis de Antequera Oaxaca y a los fieles del Templo de la Inmaculada Concepción, explicaron que la decisión no fue fácil, pero era necesaria dado el contexto actual de la comunidad jesuita en México.
El mensaje también enfatiza que "el Espíritu nos invita, hoy por hoy, a fortalecer nuestra presencia en otros lugares donde ya estamos, y también a explorar aquellos sitios donde la Iglesia apenas está comenzando a incursionar, especialmente en procesos de paz".
La llegada de los jesuitas a Oaxaca
La llegada de los jesuitas a Oaxaca en el siglo XVI fue un momento clave en la historia de la región. Fundados por Ignacio de Loyola en 1534, los jesuitas se destacaron por su dedicación a la educación y la evangelización, así como por su habilidad para adaptarse a las culturas locales. En este contexto, exploraremos su impacto en Oaxaca, su legado y las razones que llevaron a su expulsión.
Los jesuitas llegaron a México poco después de la conquista, en un momento en que era vital evangelizar a los pueblos indígenas para consolidar el dominio español. En Oaxaca, donde la diversidad cultural y lingüística es rica, encontraron un terreno fértil para su misión. Desde el principio, se dedicaron a aprender las lenguas nativas, como el zapoteco y el mixteco, lo que les permitió comunicarse mejor con las comunidades.
Uno de sus mayores legados fue la creación de escuelas y centros educativos. No solo enseñaban religión, sino también artes, ciencias y letras, abriendo puertas tanto a indígenas como a españoles y buscando fomentar la integración social. Además, sus misiones se convirtieron en focos de producción artística y arquitectónica, dejando una huella clara en el paisaje urbano de Oaxaca. La mezcla de estilos europeos e indígenas se puede ver en iglesias como la de Santo Domingo de Guzmán.
En el ámbito social y económico, los jesuitas también jugaron un papel importante. Introdujeron nuevas técnicas agrícolas y promovieron cultivos como el trigo y la caña de azúcar. Aunque su sistema de encomiendas generó riqueza, también implicó la explotación de los indígenas. Sin embargo, su compromiso con el bienestar de las comunidades contrastaba con la brutalidad de algunos encomenderos. Defendieron los derechos de los pueblos originarios, lo que les valió el respeto y la lealtad de muchos.
A pesar de sus contribuciones, la relación de los jesuitas con el poder colonial no fue sencilla. En 1767, el rey Carlos III de España ordenó su expulsión, una decisión influenciada por tensiones políticas y económicas y por la rivalidad entre órdenes religiosas. Su salida dejó un vacío en la educación y asistencia social en Oaxaca, ya que muchas de sus escuelas y misiones fueron cerradas o abandonadas.
La historia de los jesuitas en Oaxaca es un reflejo de su profundo impacto en la región. Su enfoque en la educación, el respeto por las culturas indígenas y su compromiso con la justicia social han dejado una marca duradera. Aunque fueron expulsados, su legado sigue vivo en la cultura oaxaqueña, recordándonos la importancia de la educación y el diálogo intercultural en la construcción de sociedades más justas y equitativas.
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