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Las paradojas del G-20

Actualizado: 25 nov


Manuel Ajenjo


En Río de Janeiro, Brasil, se reunieron representantes de 19 países, más uno de la Unión Europea, que forman el llamado G-20. Además asistieron delegados de otras nueve naciones y uno de la Unión Africana, éstos fueron invitados por el presidente anfitrión Luiz Inácio Lula da Silva. Primera paradoja: la sede de la zamba y la alegría carnavalesca hospedó a personas solemnes y circunspectas como son aquellas que se dedican a la política.


El G-20 es el principal foro intergubernamental de coordinación económica y financiera internacional, con creciente gravitación en temas de naturaleza política para contribuir a la búsqueda de soluciones a los principales problemas de la agenda global. Segunda paradoja. El G-20 se reúne cada año desde hace un cuarto de siglo, si de veras fueran eficientes sus objetivos ya hubieran solucionados los principales problemas de la agenda global, los cuales, por el contrario en la medida que avanza el tiempo se incrementan.


Tercera paradoja: Los líderes reunidos en Río de Janeiro, entre los que se encontraba el presidente de Estados Unidos, Joe Biden acordaron en la declaración final del G-20, que culminó el pasado martes, apoyar las iniciativas ‘relevantes y constructivas’ para una ‘paz, amplia, justa y duradera’ en Ucrania y que este país debe de estar en consonancia con los principio de la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) y promover relaciones ‘amistosas y buenas’ entre países vecinos. Ese mismo día Ucrania atacó a Rusia con misiles de largo alcance proporcionados por Estados Unidos.


Vladimir Putin de Rusia no asistió a la cumbre argumentando que su presencia perjudicaría el trabajo de la reunión. Pero la realidad fue que el presidente ruso tiene una orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional de la Haya y Ucrania pidió a Brasil su arresto si se presentaba a la reunión en Río de Janeiro.


Y en ese paradójico clima de pedir la paz con argumentos de guerra, la hipocresía hace su aparición en la ya mencionada declaración final al expresar: “estamos unidos en el apoyo a un alto al fuego completo en Gaza y Líbano que permita a los ciudadanos regresar con seguridad a sus hogares a ambos lados de la Línea Azul que delimita la frontera entre el territorio libanés y el israelí”.


Por su parte the host Lula da Silva, reiteró la necesidad de reformar la ONU, arguyendo otra paradoja: ‘La omisión del Consejo de Seguridad ha sido en sí misma una amenaza a la paz y a la seguridad internacionales, el uso indiscriminado del veto vuelve al órgano rehén de los cinco miembros permanentes”. Una buena propuesta del anfitrión que lleva años proponiéndola al mundo es la de la Alianza contra el Hambre, cuyo objetivo es erradicar el hambre y la pobreza del planeta de aquí al año 2030. La iniciativa fue aplaudida por todos —después de comer dan ganas de aplaudir— con la paradójica excepción de Argentina que se ‘disoció’ de algunos puntos como la mayor intervención estatal en la lucha contra el hambre, pues según su presidente, la solución está ‘en correr al Estado del medio y liberar el mercado’. Paradojas aparte a Javier Milei se le van las cabras a Las Pampas y se le escapa la tortuga.


La voz de México


Después de seis años de política aldeana del presidente López Obrador, la doctora Claudia Sheinbaum representó a nuestro país en la Cumbre del G-20. Su voz se escuchó fuerte y segura al solicitar a los representantes de las naciones ahí reunidas establecer un fondo al que se destine 1% del gasto militar de los países concurrentes equivalente a 24,000 millones de dólares al año para replicar a nivel planetario nuestro conocido programa ‘Sembrando Vida’, el cual sería el plan de reforestación más grande jamás realizado en el mundo. La propuesta —dijo nuestra presidenta con A— es ‘dejar de sembrar guerras, sembremos paz y vida’.


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