"Israel está usando la comida como un arma de guerra contra la población palestina"
Paula Gaviria, relatora de la ONU
El Derecho Internacional Humanitario (DIH) prohíbe estrictamente atacar, destruir o inutilizar bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, como alimentos, cultivos, ganado, instalaciones de agua potable y sistemas de riego. Esta protección está consagrada en los Protocolos Adicionales a los Convenios de Ginebra, que enumeran estos bienes esenciales
El hambre no distingue entre soldados y civiles. Cuando bloqueas alimentos o destruyes cultivos, no solo estás afectando al enemigo, sino a niños, ancianos y familias enteras que no tienen nada que ver con la pelea. Es como si en un partido de fútbol alguien sacara a la afición del estadio solo para fastidiar al equipo contrario.
El control de los recursos alimentarios: un arma estratégica
Desde la antigüedad, el control de los recursos alimentarios ha sido una táctica común en las guerras. Durante los asedios medievales, por ejemplo, los ejércitos bloqueaban ciudades y fortificaciones para cortar el suministro de alimentos, debilitando a las fuerzas enemigas y a la población civil. Esta estrategia, conocida como "guerra de asedio", se basaba en la idea de que el hambre era un aliado más efectivo que la espada.
En el siglo XX, la Segunda Guerra Mundial evidenció cómo la comida podía ser usada como arma a gran escala. En el caso del sitio de Leningrado (1941-1944), las fuerzas alemanas y finlandesas cercaron la ciudad, causando la muerte de más de un millón de personas debido al hambre y las enfermedades asociadas. Este episodio marcó uno de los ejemplos más trágicos de la instrumentalización de los alimentos como método de guerra.
La agricultura y la dependencia como herramientas de poder
En el ámbito contemporáneo, el control de la producción y distribución de alimentos sigue siendo un instrumento de dominación. Países y corporaciones que monopolizan tecnologías agrícolas, semillas y fertilizantes ejercen un poder significativo sobre las naciones en desarrollo. Este tipo de dependencia puede ser considerado una forma de "guerra económica", ya que limita la capacidad de los países de garantizar su soberanía alimentaria.
Un caso destacado es el impacto de los embargos económicos. En Irak, durante las sanciones internacionales impuestas tras la Guerra del Golfo (1990-1991), la población sufrió graves problemas de desnutrición debido a la escasez de alimentos y medicinas, exacerbando las condiciones de vida de los civiles y provocando una crisis humanitaria.
El hambre como consecuencia de la guerra
Además de ser un arma, la guerra misma genera hambre. Los conflictos armados destruyen tierras de cultivo, infraestructura agrícola y redes de transporte, dificultando la producción y distribución de alimentos. Según datos de organizaciones internacionales como el Programa Mundial de Alimentos, regiones en conflicto como Yemen, Sudán del Sur y Siria enfrentan crisis alimentarias severas, donde el hambre no solo es una consecuencia colateral, sino un efecto deliberado en algunos casos.
Implicaciones éticas y el derecho a la alimentación
El uso de la comida como arma plantea serias cuestiones éticas. Según el Derecho Internacional Humanitario, privar a la población civil de alimentos constituye un crimen de guerra. Sin embargo, su aplicación es limitada en contextos de conflicto prolongado, donde las líneas entre lo ético y lo estratégico se desdibujan.
Organizaciones como la Cruz Roja Internacional y la ONU han destacado la importancia de garantizar el acceso a los alimentos incluso en tiempos de guerra, promoviendo iniciativas para proteger a las poblaciones más vulnerables.
Además, el hambre es un arma silenciosa pero letal. No se escucha como las bombas ni se ve como los tanques, pero causa un daño devastador. Piensa en la cantidad de vidas que se pierden lentamente, en el sufrimiento de quienes no tienen fuerzas ni para buscar ayuda. Y todo eso, ¿para qué? Para ganar ventaja en una guerra que ya es suficientemente horrible.
Por eso, el DIH se puso firme y dijo: "¡No más!". En 1977, los Protocolos Adicionales a los Convenios de Ginebra dejaron bien claro que provocar hambre deliberadamente está fuera de juego. ¿Cómo lo hacen? Prohibiendo destruir cosas esenciales para sobrevivir, como cultivos, agua potable y hospitales.
Ahora, aquí viene lo difícil: hacer que todos cumplan. Aunque las reglas están ahí, todavía hay quienes las rompen. Es como en la vida diaria: siempre hay alguien que no sigue las normas. Por eso es tan importante que los organismos internacionales y la comunidad global estén atentos y actúen cuando esto pase.
En resumen, el hambre no es un arma, es una tragedia. Usarla en conflictos no solo viola el DIH, sino que también nos recuerda lo bajo que podemos caer como humanidad. Así que, aunque no podamos cambiar el mundo de un día para otro, al menos podemos empezar por alzar la voz y decir: "Esto no está bien". Porque, al final, la guerra nunca debería justificar el sufrimiento de los más vulnerables.
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Gaza
Según el informe más reciente de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF), elaborado en colaboración con la ONU, el 96% de la población de la Franja de Gaza, aproximadamente 2,15 millones de personas, sufre hambre severa o aguda. De este grupo, cerca de medio millón de personas enfrentan condiciones catastróficas, pasando días enteros sin comer
La situación se agrava debido a las restricciones al acceso de ayuda humanitaria, lo que perpetúa la crisis alimentaria en la región.
La comunidad internacional ha expresado su preocupación por esta crisis. Por ejemplo, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha instado a Israel a mejorar las condiciones humanitarias en Gaza y a facilitar la asistencia a la población palestina
Asimismo, la Corte Penal Internacional ha emitido órdenes de arresto contra líderes israelíes por presuntos crímenes de guerra en Gaza, incluyendo la obstrucción de la ayuda humanitaria
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