Durante años, miles de personas migrantes de distintas nacionalidades han usado las redes de trenes de carga de México -una de ellas conocida como La Bestia o el Tren de la Muerte- para cruzar el país rumbo a la frontera norte, donde solicitan asilo o cruzan de forma irregular. Muchas de estas personas terminan muertas o amputadas al caer accidentalmente del techo.
Esta semana los miles de migrantes que viajan subidos al techo de vagones en México o que esperan en filas kilométricas junto a las vías para subir a un tren en el que llegar a Estados Unidos provocaron el cierre de uno de los pasos fronterizos y obligaron a la mayor empresa ferroviaria mexicana a suspender hasta 60 de trenes de carga.
Revelando también un fenómeno mucho más grande: una cadena casi ininterrumpida de migrantes que van desde Colombia a través de la selva del Darién hasta Panamá a una escala industrial que podría rondar las 500.000 personas este año.
Esos migrantes se mueven sin interrupción a través de América Central hasta México y, de ahí, a la frontera con Estados Unidos.
La peligrosa travesía por la selva se ha reducido desde más de una semana a apenas dos días para las personas más en forma gracias a una red de guías, campamentos permanentes y sendas rudimentarias que comienzan en Necoclí, en el lado colombiano.
Los migrantes venezolanos en Huehuetoca afirmaron que el operativo del Darién parece estar controlado por grupos paramilitares colombianos, que derivan parte de sus beneficios a los grupos indígenas autónomos de Panamá.
El gobierno panameño dijo la semana pasada que aumentará las deportaciones para hacer frente al récord de migrantes que llegan a través de la selva.
La red de tráfico de personas puede llevar ahora a los migrantes desde Venezuela hasta el centro de México en poco más de dos semanas, una odisea que en su día podía tomar meses. Las detenciones en la frontera entre México y Estados Unidos se incrementaron un 33% de junio a julio, de acuerdo con las cifras del gobierno estadounidense, luego del descenso provocado por la entrada en vigor de las nuevas restricciones de asilo en mayo.
Esa alternativa conlleva sus propios riesgos. Los migrantes prefieren el tren no solo porque el viaje es gratis, sino porque la policía y los agentes migratorios mexicanos suelen bajarlos de los buses alegando que la visa humanitaria o los documentos de solicitud de asilo que tienen no les permiten viajar al norte del país.
Esta oleada migratoria no puede compararse con las caravanas de 10.000 o 15.000 personas, en su mayoría centroamericanas, que cruzaban el país a pie o haciendo autoestop en grupos organizados en 2018 y 2019.
Quienes cruzaban el territorio mexicano sobre los trenes esta semana no sabían a qué ciudad fronteriza se dirigirían y viajaban solo con algunos familiares o un pequeño grupo de amigos.
Ferromex no detalló qué porcentaje de su operación se afecta por esta medida de carácter temporal, aunque sostuvo que los 60 trenes tienen una capacidad de carga equivalente a la de 1.800 camiones.
Estas medidas forman parte del denominado Título 8, vigente desde hace varios años y que cobró relevancia luego de que el Gobierno de Joe Biden derogara el Título 42, norma adoptada por su antecesor, Donald Trump, para evitar la propagación del COVID-19, pero que en la práctica sirvió para expulsar a casi todas las personas migrantes que llegaban sin papeles.
AP DW
Comentários