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Racismo unívoco; el odio a uno mismo es real

Del mestizaje, fuente y negación del mexicano, se deriva lo que hoy divide



El tinte más vendido de cabello en México es el rubio cenizo. En un país donde se niega el racismo se discrimina por todo. Por clase, por tono de piel, por orientación sexual, por educación, por género.


En México un estudio de la UNAM concluyó que el color de piel influye en la aceptación y movilidad social de los mexicanos. Incluso, entre los jóvenes genera que se autodefinan con un tono más claro para evitar ser discriminados, afirma la especialista del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, Natividad Gutiérrez Chong.


“Un 80.3 por ciento de los jóvenes dice que es verdadera la afirmación de que: ‘Cómo te ven, te tratan’ y 55.3 por ciento asegura que entre más clara es tu piel, mejor te tratan. Por eso, se perciben a sí mismos con un color de piel más claro”, asegura la coordinadora del proyecto “Jóvenes de identidades diversas en dinámicas metropolitanas”.

EN EUA


Este año, en enero del 2023 Tyre Nichols hombre negro de 29 años murió tras una violenta detención en Memphis, Tennessee. Hace tres décadas, cuando cuatro policías blancos de Los Ángeles fueron grabados golpeando a Rodney King, el clamor público dio la vuelta al mundo. 


Enterarse de que la vida de su hijo le fue robada sin sentido es la pesadilla de todo padre negro. Pero, sorprendentemente para muchos, los cinco agentes acusados de golpearle con tal saña también eran negros


Una de las tristezas del racismo contra los negros es que los propios negros no son inmunes a sus perniciosos efectos. El mensaje de la sociedad de que los negros son inferiores, indignos y peligrosos es omnipresente. A lo largo de muchas décadas, numerosos experimentos han demostrado que estas ideas pueden infiltrarse en las mentes tanto de los negros como de los blancos. El odio a uno mismo es real. Hace tres años una pintura que representa una vigilia con flores, una vela encendida y una imagen enmarcada debajo de una bandera estadounidense pegada a una pared. La llama de la vela quema la esquina de la bandera y comienza a extenderse hacia arriba a lo largo de sus rayas. La obra es la respuesta de Bansky al asesinato de George Floyd en Minneapolis, Minnesota y sus consecuencias alrededor del mundo. Fue un policía el que lo mató físicamente. Fue todo un sistema el que lo permitió. Al mismo tiempo resonó en México un caso similar. Giovanni López un albañil de Ixtlahuacán de los Membrillos fue asesinado por policías en Jalisco. Las redes -los lienzos de hoy- se cubrieron de ilustraciones con la imagen del joven y el #JusticiaparaGiovanni. En México

Theodor Adorno, filósofo alemán del siglo XX, escribió que “todo arte es un crimen no comprometido”. Lo que quería decir era simplemente que, por su propia naturaleza, el arte desafía el statu quo. O quizá solo lo evidencía. El eco fue de uno, el silencio de millones. El debate de la superficie en nuestro país fue por abuso policial. El de fondo por racismo, colorismo, pigmentocracia. Discriminación. En un país donde se niega el racismo se discrimina por todo. Por clase, por tono de piel, por orientación sexual, por educación, por género. Más de 2400 ciudades en todo el mundo se han unido a la protesta. Black lives matter. En un acto de desafío, el arte como siempre acompaña. Desdibujando los límites tradicionales, las jerarquías y las reglas impuestas por aquellos en el poder. En México ha habido una gran tradición del arte de protesta desde los muralistas como Siqueiros -que tiene una serie de linchamientos alusivos al racismo en Estados Unidos- o Digo Rivera -que creó murales políticos que incluyeron ataques contra la clase dominante, la iglesia y el capitalismo-. En cuanto a una denuncia racista, en la primera parte del s.XX había mas una reivindicación de lo indígena. La serie de Tehules de Orozco es una denuncia temprana; las pinturas son un relato visual del enfrentamiento entre españoles e indígenas. Teules fue el calificativo indígena que designaba a los conquistadores españoles. El trabajo del michoacano Alfredo Zalce, más contemporáneo, en su grabado La dictadura porfiriana exalta demagógicamente al indígena, incluye en cierta medida una critica social de su entorno y lo que vivía México.

Del mestizaje fuente y negación del mexicano se deriva lo que hoy divide. Mientras más claro sea el tono de piel mejor. No en sí como un rasgo físico sino como imán de una serie de cualidades sociales positivas; de poder, riqueza y lo que esto conlleva. Pásele güerita, se oye en cada esquina del tianguis. Toda aspiración del mexicano es ser rubio, como muestra la obra de Andrés Carretero, Rubias, 2011. El tinte más vendido de cabello en México es el rubio cenizo. Según datos arrojados en una encuesta reciente levantada por el CONAPRED, el primer motivo de discriminación en México se da por el color de la piel, lo que el historiador Federico Navarrete denomina “racismo cromático”. Güero, prieto, indio patarrajada, naco, chaca, huarchudo, prole. Cada connotación guarda no solo un racismo profundamente arraigado sino un clasismo heredado desde la colonia. Desde el arte, el combate al racismo procede de su denuncia; de su visualización, acompañado del cuestionamiento de esta constelación de desprecios y prejuicios que lo acompañan y lo solapan. Artistas contemporáneos como César Rangel y Francisco Toledo han trabajado mucho sobre el tema. Hoy las víctimas de nuestra construcción social tienen nombre, su imagen ha quedado impresa para siempre en la memoria de nuestro país. Francisco Toledo con su serie gráfica sobre la esclavitud, sobre Juárez o sus papalotes han dejado huella visible del arraigo que el racismo tiene en nuestro país.

Toledo Hoy que desde el mundo se genera este recapitular, surgen paredes con pintas reivindicando cada vez más el derecho a ser. Debemos reconocer hasta qué punto estas formas de discriminación marcan nuestra vida cotidiana, cómo interactuamos desde nuestra realidad -sí heredadas-, con quienes no son iguales a nosotros. La forma en que el desprecio y el ignorar a los que nos rodean es cotidiano. Cómo, desde nuestros insultos y nuestras bromas, se sostiene un país racista.


Anitzel Díaz

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